lunes, 5 de enero de 2009

PRIMER DESENCUENTRO

La ciudad suena hueca, desde mi cuarto de hotel, deforme, con las huellas del ocaso pisándole las espaldas. Las sombras crecen, se instalan y toman por asalto a todas las formas y les dan una nueva dimensión y quizás las renombran con un idioma muerto que hace años recordaban algunos juegos de niños, como el quemar un gusanito que había traspasado los límites de la cocina. Quizás es de noche, eso y una nube de polvo que cubre el sol, pero no lo había, estaba perdido por algún lado. A lo mejor estaba escondido detrás de la luna apenado, quién sabe, pero por razones que no entendía, ni siquiera ella que era la más cercana a las verdades del mundo. Ella, pequeña inentendible y loca de a ratos porque pensaba más allá que otros y el mundo. Sólo quedaban la ciudad con sus enormes estalactitas artificiales llenas de concreto y varillas de no sé cuantas pulgadas y todo eso que yacían como plantas muertas, que se deshacían de sus hojas, vidrios que es lo mismo pero ella insiste siempre en llamarlas hojidrios o cualquier cosa con tal de no llorar al hablar de la ciudad. Ella, animalito perdido, que parece que el mundo no le cuadra o no le viene al dedo pues hay que explicárselo todo como a un niño y no hay poder humano que le explique qué es una abstracción y mucho menos qué fue un Manet o un Picasso porque entonces de a ratos pone cara de ya me fui y nos deja todo el trabajo.

Hoy pinta bien el día o la noche dependiendo de a qué hora nos fuimos a dormir. Ayer no encontramos nada, todo sigue tan vacio, tan a mundo moderno, que nos hemos acostumbrado a llamarlo así, tan a la ligera que ya no es ni mundo ni palabra, sólo algo que cae como agua de pantano, silencioso… cae y vuelve a caer…
Los ojos me duelen de no ver nada, o ver lo mismo todos los días. Recorro los cuartos paso a paso, mirando, todo medio muerto o totalmente en la penumbra, esperando como si de pronto cualquier cosa pudiera saltar de las puertas, mostrándome que estoy equivocado y esto es un sueño absurdo de algún tonto que se quedó mirando una película de guerra en algún canal de cable con las palomitas y el control en la mano. Claro, pero en esos casos la tele nos salva con sus suaves teorías o la tía nos despierta con un “M´ijo estás bien, estabas gritando como loco” y el mundo es perfecto porque todos están quizás haciendo lo mismo y en cada casa hay alguien que duerme y comienza a soñar y miraron la misma película que yo y por eso todo esto está pasando como lo miro ahora que estoy completamente despierto, pero no hay una tele junto a mí ni hay tías suficientes para despertar a gusto y que el desayuno y el trabajo esperen por uno, el primero para terminar y el segundo para empezar. Ella toca mi puerta o será… aunque no esté aquí y tengo que buscarla…

REENCUENTRO (Habitación 34)

La puerta se abrió sin más, invitándome con un guiño agudo, casi como un chirrido. La mujer se encontraba en medio del cuarto, en un pequeño sillón de piel. Sólo me veía y no decía nada, yo tampoco lo decía pero no sé, quizás quería que ella empezara, sólo para saber si estaba viva. Puse un pie en el cuarto que estaba medio iluminado por una vela que casi estaba extinta. Las sombras revoloteaban en su rostro, joven pero marchito por el contacto con la soledad. Me acerqué lo más que pude sin robarle el espacio íntimo y miré despacio, pronunciar ningún sonido. Rodeé el sillón, pasé la cama con pudor y estuve cerca de la ventana. Cuando iba a mirar fuera del edificio ella ya estaba detrás colocando sus brazos alrededor mío. Un gemido ahogado salió de su boca, o quizás fui yo, no lo sé. Me dijo –Martín por fin regresas- con un aire de pútrida esperanza.
Me besó el cuello y me invito a su cama. Me volvió a besar reencontrándome, haciéndome sentir unos labios antiguos, quizás era mi mujer o lo fue algún día, pero no importaba, la había encontrado entre las ruinas de este edificio y de mi mente. Y ahora era mía otra vez aunque, puede que no lo fuera nunca. No importaba, ahora éramos dos náufragos buscándose con los ojos para ver si no teníamos heridas graves y nos abrazábamos a una idea y a un cuerpo que existía en nuestra memoria aunque sólo nos hayamos visto una vez. Al paso del sillón pensé que por fin había encontrado mi camino, mi puente hacía mi conciencia perdida, hasta que después de haber hecho todo lo que un cariño lejano podía hacer, me dijo –Gracias por todo, eres un ángel-
En ese momento no era Martín ni un conocido ni nadie, sólo un ángel que había llegado a darle una esperanza ya muerta desde hace tiempo. Cerré la puerta con cuidado esperando no despertarla y me fui con todo mi rencor y desesperación en una mano pensado el porqué de las mujeres de simplemente no decir que ya hay alguien más habitando sus mentes, y se quitan la verdad de un tajo, aunque ya la iba entendiendo cuando bajaba las escaleras, pues quizás yo también tendría a alguien esperándome y nunca hubiera dicho nada. No sé, hay algo que te hace mentir para no estar solo, incluso engañándote a ti mismo para nunca estarlo. Quizás la imaginé eso es todo. En fin de todos modos hay más puertas…

Hugo S. Gonzalez

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